domingo, 13 de junio de 2010

Ahora la pasión tiene sello de veinte años de garantía [Matrimonio]

El matrimonio no tiene por qué ser sinónimo de tedio. La clave está en los neurotransmisores que alguna vez originaron mariposas en el estómago. ¿Cómo? Con actividades que los disparen: novedosas, arriesgadas, que desafíen la seguridad de la pareja. La neurociencia lo comprobó.

POR JENNIFER ABATE CRUCES    13/06/2010

La historia es simple: ellos se conocen y se atraen. Comienzan a salir y todo se transforma en algodones rosados, tiernos malentendidos y una seguidilla de empalagosas declaraciones de amor. La industria de las comedias románticas sabe sacarles partido a los efectos que tiene sobre el cerebro de los enamorados la dopamina, el neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, la capacidad de desear algo y repetir un comportamiento que proporciona placer, y la oxitocina, un mensajero químico del deseo sexual. Combinadas, estas sustancias son dinamita y dan lugar a la sensación de estar enamorado.

Pero el cine suele no mostrar lo que viene después. La pareja se casa y debe hacer frente a sus obligaciones cotidianas, como reparar desperfectos domésticos, cumplir en el trabajo o cuidar a los hijos. Falta tiempo para salir por las noches y, cuando lo hay, sobra el cansancio y las ganas de mirar televisión hasta dormirse. La pantalla grande se salta todo esto por una razón: es   aburrido y rutinario.

Aunque no nos guste la idea, solíamos pensar que este era el trayecto natural. Hasta ahora. Porque la neurociencia está demostrando que es posible permanecer enamorados por más de 20 años. Sí, seguir sintiendo exactamente lo mismo y por la misma persona después de dos décadas.

UNA RAZÓN BIOLÓGICA
En varios experimentos, el sicólogo de la U. de Stony Brook y especialista en la neurociencia aplicada al matrimonio, Arthur Aron, ha determinado que el mejor camino para que una pareja siga siendo feliz después de muchos años de convivencia es mezclar las actividades rutinarias con otras emocionantes, novedosas e incluso arriesgadas, como salir de excursión, practicar deportes, viajar o jugar. Se trata de evitar a toda costa el tedio, ya que es un factor tan fuerte de desilusión, que, señala una investigación, nueve años de aburrimiento son suficientes para hacer infelices a las parejas.

En una de sus investigaciones, Aron y otros científicos de la U. de Stony Brook fueron capaces de demostrar que las parejas que comparten emociones nuevas y diferentes son más felices que aquellas que repiten los mismos hábitos. La explicación es simple: enfrentarse a nuevas opciones activa el sistema de la dopamina e imita la química cerebral del primer enamoramiento.

La liberación de dopamina causa un intenso placer, por lo que al terminarse este efecto la persona se siente recompensada y con el deseo de vivir nuevamente la experiencia. Por eso, las parejas que rompen la rutina suelen estar bajo la influencia de esta sustacia: tienen más energía, necesitan dormir y comer menos, se enfocan mejor en lo que hacen y buscan ocuparse en cosas diferentes.

El científico explica que cuando nos involucramos en actividades novedosas, nuestro cerebro libera este neurotransmisor y nos sentimos felices y entusiasmados. Al compartir con la pareja estos momentos emocionantes, tendemos a relacionar con ella los efectos del alza de la dopamina, por lo que los sentimientos de plenitud, que coinciden con los del enamoramiento, terminan identificándose con la relación como tal. Para corroborar estos resultados, el equipo científico puso a varias parejas en dos grupos: uno debía distraerse con videojuegos rutinarios y el otro tenía que enfrentarse a videojuegos muy excitantes. Los investigadores escanearon los cerebros de los participantes mientras jugaban, y conclu- yeron que, a pesar de que la actividad recreativa era la misma, los juegos que desafiaban la rutina cambiaban de manera más radical la actividad cerebral de los miembros de cada pareja, dejándolos en un estado de euforia y felicidad compartida.

LA RUTINA NO ES EL ÚNICO CAMINO
Cuando nos enamoramos, tratamos de disfrutar al máximo aquellas sensaciones de embobamiento y pasión, pues sabemos que siempre vienen acompañadas de una promesa fatal: en algún momento se acabarán.

La sicóloga Bianca Acevedo, también de la U. de Stony Brook, se propuso desafiar este supuesto y responderse una antigua pregunta: ¿puede el amor romántico, o sea, ese sentimiento intenso y fuertemente sexual, durar para siempre? En contra de lo que pudiera pensarse, la investigadora concluyó que sí.

En su estudio sobre parejas de corto y largo plazo, Acevedo se dio cuenta de que muchas seguían experimentando un fuerte enamoramiento aun después de 21 años de matrimonio, pero no la obsesión y los celos característicos de la etapa inicial.

En las resonancias magnéticas realizadas a cada grupo, Acevedo encontró que quienes llevaban poco tiempo en pareja mostraban actividad en las áreas del cerebro ligadas a la obsesión y los celos, mientras que aquellos que habían logrado un enamoramiento más estable desarro- llaban actividad en las zonas que controlan la liberación de oxitocina, vasopresina y serotonina, asociadas a la calma, el control del dolor y la confianza mutua.

Esta disminución del comportamiento obsesivo es una buena noticia. Diversas investigaciones han probado que cuando la obsesión normal del enamoramiento se mantiene a lo largo de los años, produce más daños que beneficios, ya que es la responsable de la desconfianza enfermiza que termina en discusiones constantes y violencia al interior de la pareja.

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