Santiago 3:16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
Hay una leyenda acerca de un alfarero birmano que le había tomado envidia a un próspero lavandero. Decidido a echar este hombre de su actividad, el alfarero convenció al rey que promulgara un decreto exigiendo que el hombre lavara uno de los elefantes negros del emperador para volverlo blanco.
El lavandero contestó que, según las normas de su profesión, necesitaría un recipiente suficientemente grande para contener al elefante, ante lo que el rey ordenó al alfarero que hiciera uno. Así, el alfarero fabricó un recipiente gigante y lo hizo llevar cuidadosamente al lavandero. Pero cuando el elefante entró en el se quebró en pedazos bajo el peso del enorme animal. El alfarero hizo muchos más recipientes, pero cada uno de ellos se quebró la misma manera. Al final fue la alfarero el que fue echado de su actividad por medio de la misma trama que había trazado para arruinar al hombre al que envidia.
La palabra a empleada el Antiguo Testamento para denotar "envidia" significa "arder" o "inflamar". Es una descripción adecuada de lo que sucede en el interior del corazón de una persona envidiosa. Al principio, estos sentimientos parecen cosa insignificante, pero mantenerla como una acumulación, desata finalmente un fuego voraz que destruye al mismo envidioso.
Recuerda, ¡la envidia es siempre autodestructiva!