“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos.” Colosenses 3:5-9
Muchas veces he escuchado: “Señor, sácame esto…” “sácame el pecado, sácame el rencor la ira, el mal carácter, la impaciencia… sácame “lo descrito en los versículos citados arriba”. "Señor, quédate con nosotros"... como si Él viviera muy lejos, no pudiera llegar cuando le necesitamos y nos fuera a dejar abandonados.
Pero hay una poderosa verdad que generalmente pasamos por alto: jamás Dios prometió o dijo que nos sacaría tales cosas. “Hay gente insensata que arruina su vida ella misma, pero luego le echa la culpa a Dios”. Proverbios 19:3 PDT. Entonces, como Dios “no les ayudó, no cumplió con sus (erradas) perspectivas, se automarginan, se van de la iglesia, el pastor es malo, los hermanos “mienten”, ¿para que seguir asistiendo a un lugar donde no cumplen…?”… y así, continúa el espiral de autoengaño, mentiras, murmuraciones, etc. En nuestras congregaciones tenemos muchas personas así. Están a punto de irse y/o, emocionalmente ya se fueron, solo las mantiene un delgado hilo de vínculo.
Pero es muy necesario entender que el Evangelio, el sublime mensaje de Dios para el ser humano es muy simple. El Evangelio nos quiere enseñar que Jesús venció al diablo, a la muerte, al pecado, al mundo, la carnalidad. Al vencer en la cruz Jesús nos da Su poder, a través del nuevo nacimiento, para vencer ahora, en vida nueva. Pero es nuestra tarea “hacer morir lo terrenal en nosotros”. ¿Para que? Para que se cumpla la Palabra que dice en el Padre Nuestro, “Venga tu Reino”.
Cuando venga Su Reino, aun mucho mas intensa y poderosamente sobre nuestras vidas (el Reino ya vino con Jesús, pero en estas personas es como si no les hubiera llegado....... y esto a petición nuestra, obviamente), entonces podremos (y querremos) hacer morir lo terrenal en nosotros, para que lo celestial se produzca y crezca en nuestras vidas. A cada pecado tenemos que dejarle morir, no alimentarle, y “no proveáis para los deseos de la carne, sino vestíos del Señor Jesucristo” Romanos 13:14 (modificado el orden del versículo para este ensayo). “Señor, ayúdanos a aprender esto. Es nuestro desafío diario.
Por lo tanto, hay cosas que nosotros tenemos que hacer y vencer y no Dios. Él nos da el poder para hacerlo. Nuestra vida acá en la tierra es la infancia de la eternidad. Este tiempo que vivimos acá es un entrenamiento, para vencer lo ya mencionado y de esta forma desarrollar el carácter de Cristo. Ahora. En este tiempo. No cuando estemos frente a frente con Él. Ya será tarde. Es ahora el tiempo, no mañana. Es nuestro deber sacar la basura que tenemos dentro. No es tarea de Dios. Con algunas de nuestras erradas perspectivas de lo que Dios tendría que hacer en nosotros, postergamos y arruinamos bendiciones que Dios ya determino en la eternidad para Sus hijos o Jesús ya gano en la cruz.
Tenemos que tomar en serio nuestra responsabilidad de hacer morir todo lo terrenal en nosotros, en esta vida, para que lo celestial, mientras más pronto que tarde, aparezca en nuestras vidas, de manera progresiva. Que continuamente podamos clamar a nuestro Padre: “Venga tu Reino, intensa, fuerte, absolutamente sobre mi vida, familia, iglesia, comunidad, ciudad, región, país… las naciones. En el nombre de Jesús. Amen”.
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